El lunes pasado, la Defensora General de la Nación, Dra. Stella Maris Martínez, participó del conversatorio “Una luz en la oscuridad: justicia penal y gobierno de facto”, organizado por la cátedra Luis Fernando Niño, la materia Criminología, a cargo de Juan B. Líbano, y el Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). La charla tuvo lugar en el Salón Azul de la casa de estudios mencionada.
La Defensora General inició su intervención con una aclaración para el público, compuesto en su mayoría por jóvenes estudiantes de abogacía: “el motivo de que estemos hoy acá no es contar cosas viejas, más allá que estás historias tienen que conocerse, sobre todo por los abogados y abogadas, sino emitir un mensaje muy fuerte respecto a que las cosas son siempre mucho peores si quienes tienen una obligación no la cumplen”.
En referencia al desempeño de la justicia en contexto de la última dictadura militar afirmó que “en ese momento todo el mundo tenía miedo, pero es cierto que muchas personas podrían haber hecho mucho más de lo que hicieron y, por miedo o porque compartían la ideología de los militares que estaban en el poder, no actuaron como debían”.
La Dra. Martínez sostuvo que lo que podía hacer la justicia en ese momento con los crímenes de la dictadura era preservar las pruebas. “Había juzgados que, si bien no ayudaban mucho porque no se podía allanar los lugares en los que se suponía que había gente detenida y porque no se tenía certeza de dónde se alojaba a los desaparecidos, eran populares entre las víctimas porque sabían que las escuchábamos, a diferencia de otros que archivaban las denuncias por privación ilegal de la libertad sin acumular ninguna prueba”, detalló.
Para ilustrar, hizo referencia a una actuación en la que le tocó intervenir, en el año 1982, cuando se desempeñaba como Secretaria en el Juzgado de Instrucción Nº4. “Una mañana viene a la mesa de entradas la señora Rosa Tarlovsky de Roisinblit, quien luego fue durante mucho tiempo vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y una gran luchadora por los derechos humanos, y denunció que en la Escuela de Mecánica de la Armada había mujeres embarazadas detenidas que tuvieron familia en ese lugar, que desaparecieron y también lo hicieron sus hijos. Dijo que había en el extranjero tres testigos de que su hija había dado a luz mientras estaba en cautiverio. Yo le tomé la denuncia y fijamos una fecha en la que las tres testigos se presentaron en el juzgado”, relató.
“Una de estas mujeres era quien ayudaba en los partos en la ESMA, a donde llevaban a un médico del Hospital Naval, y sabía perfectamente quiénes eran las mujeres que habían estado en la ESMA, entre ellas la hija de Tarlovsky de Roisinblit (…). Estas testigos relataron con lujo de detalle todo lo que habían vivido, cómo las madres parían en instalaciones de la ESMA, cómo muchas mujeres no querían que les cortaran el cordón umbilical porque sabían que lo siguiente era que se llevaban a sus hijos y no los volvían a ver, cómo se llevaban a los niños y cómo los partos difíciles eran llevados al Hospital Naval y el médico obstetra de esa institución los atendía allí y rápidamente la madre era reingresada a la ESMA. El médico, cuyo apellido es Magnacco, fue condenado a 15 años de prisión en el 2015 por estos hechos probados”, detalló.
“Todo esto fue documentado en una causa que fue avanzando lentamente en un pequeño juzgado de instrucción y logramos identificar al médico, al que citamos para una audiencia informativa. A la audiencia asistieron dos funcionarios de la secretaría de Justicia que de inmediato hicieron una presentación para declararnos incompetentes y que la causa pasara al fuero Federal, donde durmió el sueño de los justos hasta que posteriormente fue rescatada”, se lamentó.
“El mensaje que quiero dejarles con este ejemplo es que siempre se puede hacer algo, que no podemos ceder ante la idea de que debemos bajar los brazos frente a la realidad que nos toca vivir. Uno tiene que tener la dignidad y la valentía de seguir trabajando por las cosas que uno cree que son ciertas y de enfrentar cualquier discusión que sea leal. No podemos imponer nuestra verdad, pero tenemos que invitar al diálogo y a la discusión y, si tenemos pruebas de lo que estamos diciendo, debemos exigir que nos permitan producirlas. No podemos aceptar verdades impuestas por nadie. La verdad no es de alguien, la verdad es de todos. Y en ese sentido tenemos que seguir caminando”, concluyó.
En relación a los crímenes de la última dictadura, Martínez también se refirió a su posterior rol como Defensora ante la Corte y luego como Defensora General: “tuve que defender a militares y también organizar la defensa de todos los acusados que no querían abogados particulares, que eran muchos, y lo hicimos cumpliendo nuestro rol y con un respeto absoluto por las normas. Hay un montón de Secretarios Letrados jóvenes que estuvieron días y días en juicios inmensos, escuchando cosas terribles y defendiendo de la manera más digna posible a los acusados. Al principio los organismos de derechos humanos nos atacaban y alguna diputada dijo que no podía ser que tengan defensa oficial. Pero sí que puede ser, porque nosotros creemos que tienen que ser Juzgados con todas las garantías de la ley, como hubiéramos querido que fuesen juzgados las personas que terminaron muertas o desaparecidas. Este es el modo en que se construye, en verdad, un mundo de justicia y democracia, sin bajar los brazos, apostando siempre por la transparencia y sabiendo que somos capaces de hacer muchas más cosas que las que nosotros creemos”.
“Yo creo que los defensores oficiales en particular, y los abogados en general, somos guerreros por naturaleza y nunca tenemos que atemorizarnos. Tenemos que seguir luchando, las mujeres también, por lograr un montón de cosas. En la medida que uno transmite un sentimiento de seguridad, de verdad y de justicia, impone respeto tanto a los que piensan como uno como a los que no, porque así damos cuenta de que estamos dispuestos a jugarnos limpiamente por nuestros ideales y eso tienen que hacer ustedes”, finalizó.
La actividad contó también con la participación de los Dres. Luis Fernando Niño, Guillermo A. C. Ledesma, Carlos A. Cruz y Daniel Rafecas; y fue coordinada por la Dra. Florencia A. Castro.