Tres personas fueron condenadas esta tarde en la causa en la que Alika Kinan, víctima y sobreviviente de una red de trata de personas, querelló a sus captores por explotarla sexualmente. También los demandó civilmente por los daños y perjuicios sufridos, así como al Estado municipal por no prevenir y, en consecuencia, facilitar esa explotación.
Kinan fue rescatada en 2012, en un allanamiento al prostíbulo El Sheik, ubicado en la ciudad de Ushuaia. El dueño del local y principal acusado, Pedro Montoya, fue condenado a 7 años de prisión por haber sido encontrado culpable del delito de trata de personas.
Su pareja y también dueña del establecimiento, Ivana García, y la encargada del prostíbulo, Lucy Alberca Campos, recibieron 3 años en suspenso como partícipes secundarias del mismo delito.
Marcela Rodríguez, titular del Programa de Asesoramiento y Patrocinio para las Víctimas del Delito de Trata de Personas de la Defensoría General de la Nación (DGN), fue la representante legal de Kinan. Había solicitado 8 años para Montoya, 6 para García y 4 para Alberca Campos.
Con respecto a la demanda civil, el Tribunal condenó a la Municipalidad de Ushuaia, a Montoya y a García a indemnizar a Kinan por la suma de 780 mil pesos. La querella había solicitado una reparación económica de 2.365.000 pesos.
A su vez, los jueces impusieron multas de 70 mil pesos y 30 mil pesos a Montoya y su esposa, que se destinarán al Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento de Víctimas Damnificadas por el Delito de Trata de Personas del Ministerio de Justicia. Al mismo lugar serán dirigido el dinero que encontraron en allanamientos a El Sheik y a la casa de Montoya. También se ordenó el decomiso del inmueble donde funcionaba el prostíbulo y sus bienes.
“Es el cierre de una etapa de mi vida muy dolorosa. No dejo de pensar en lo importante que es este antecedente para que muchas otras mujeres tengan el valor de mirar sobre sus propias vidas, sobre sus propias historias y enfrentarlas”, expresó Kinan después de escuchar la sentencia.
“Es un proceso largo, difícil y muy doloroso, pero estoy plenamente convencida de que existe una reparación, una parte de todo el daño puede ser enmendado con el acompañamiento adecuado”, subrayó. “Me siento orgullosa de la fortaleza que no sabía que tenía para sobrellevar los últimos años de mi vida y enfrentar a todos los monstruos que enfrenté. Hoy me proyecto pensando en un futuro con mucho trabajo y muchos desafíos que enfrentar. Me siento muy fuerte”.
Su abogada Marcela Rodríguez, por su parte, expresó que “la condena a los tratantes y a la municipalidad es un reconocimiento a la lucha de AliKa y de las otras sobrevivientes. Más allá de que los montos de las penas y la reparación no dan cuenta de la gravedad de los daños sufridos y las violaciones a sus derechos humanos, es un paso fundamental para alentar la participación protagónica de las víctimas en los procesos judiciales y para q puedan escucharse sus voces con el debido respeto y protección”.
El juicio inició el 7 de noviembre, en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego. Los días previos al inicio del proceso, Kinan recibió amenazas. Por eso, los jueces resolvieron que declarara sin público, para evitar una posible revictimización.
A su vez, en septiembre, Alika declaró en otra causa contra otras tres personas que formaron parte de la red de trata: Claudia Quiroga, titular del prostíbulo –y exsocia del también dueño del prostíbulo Pedro Montoya–; la encargada Corina Sánchez; y el reclutador Jorge Echeverri, hermano de la ahora condenada Ivana García. Resta que la Cámara decida sobre la situación procesal de estos tres imputados.
La historia
Kinan fue captada por primera vez en la década de los 90, cuando todavía era menor de edad, en Córdoba. Sus padres la habían abandonado y estaba a cargo de su hermana de 10 años.
En el 2009, cuando volvieron a captarla, Alika estaba en pareja con un hombre que la sometía a distintas formas de violencia de género y explotación de extrema gravedad, y la amenazaba con no mantener a sus hijos si ella lo abandonaba. Aprovechándose de su situación de vulnerabilidad –explicó Kinan al área de Comunicación de la DGN–, volvieron a captarla para explotarla sexualmente en “El Sheik”.
Fue rescatada en un allanamiento en 2012. Sobre ese día, recordó: “Miramos por la ventana y estaba la gendarmería. Pensamos que nos venían a llevar a nosotras, tal era la distorsión de la realidad que teníamos. En ese momento, no nos pensábamos víctimas, nos sentíamos como delincuentes. Pedro Montoya nos había dicho lo que teníamos que decir si venía la policía: que éramos amigas, que ahí no se hacían más pases, que habíamos salido a tomar algo entre nosotras. Hasta nos hicieron cambiar nuestra forma de vestir. El argumento que teníamos que decir era que estábamos ahí por nuestra voluntad, que nadie nos obligaba a nada y que ni se nos ocurriera hablar de las multas. Me costó mucho empezar a verme como una víctima”.
“Pero yo nunca quise estar ahí. Vos no lo elegís, no es que decís ‘quiero hacer esto el resto de mis días’. Esa es una ficción que no existe, porque ninguna mujer que está ahí adentro y que realmente vive lo que es la noche puede quererlo”, enfatizó.
“Siento que tengo un compromiso con las mujeres, las hijas, las que pueden llegar a ser víctimas de trata y con mis propias compañeras, con las que todavía quedaron ancladas en todo lo que es el sistema prostibulario, miles de víctimas de norte a sur. Porque yo pude hacer un proceso, tengo un camino recorrido. No soy psicóloga ni abogada, pero sí puedo marcar un camino, visibilizando qué pasa cuando las mujeres están en situación de prostitución”, reflexionó.
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